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barad-dur

blood of heros

Trolls

-¡Que el amanecer caiga sobre todos y que sea piedra para vosotros!- dijo una voz (...) En ese preciso instante, la aurora apareció sobre la colina y hubo un bullicioso gorjeo en la enramada. Guille ya no dijo nada más, pues se convrtió en piedra mientras se encorvaba, y Berto y Tom se quedaron inmóviles como rocas cuando lo miraron.

Y allí están hasta nuestros días, solos (...); pues los trolls (...) tienen que estar bajo tierra antes del alba, o vuelven a  la materia montañosa de la que están hechos, y nunca más se mueven. Esto fue lo que ocurrió a Berto, Tom y Guille.

J R R Tolkien.

El Hobbit

El dragòn y los enanos

-¡Oh,muy bien- dijo Thorin- Hace mucho, en tiempos de mi abuelo Thror, nuestra familia fue expulsada del lejano Norte y vino con todos sus bienes y herramientas a esta Montaña del mapa (...) abirieron túneles y construyeron galerías y talleres más grandes... y creo además que encontraron gran cantidad de oro y piedras preciosas. De cualquier modo se hicieron inmensamente ricos, (...)

Sin duda eso fue lo que atrajo al dragón. Los dragones, sabéis, roban oro y joyas a los hombres, elfos y enanos dondequiera que puedan encontrarlos, y guardan el botín mientras vivan (lo que en la práctica es para siempre, a menos que los maten), y ni siquiera disfrutan de un anillo de hojalata. En realidad apenas distinguen una pieza buena  de una mala. (...) Había un gusano que era muy ambicioso, fuerte y malvado, llamado Smaug. Un día echó a volar y llegó al Sur. (...) Después de eso no quedó enano vivo dentro, y el dragón se apoderó de todas las riquezas. Quizás, pues es costumbre entre los dragones, haya apilado todo en un gran montón muy adentro y duerma sobre el tesoro, utilizándolo como cama.

El Hobbitt

J R R Tolkien.

Hobbit

Pero ¿qué es un hobbit? Supongo que los hobbits necesitan hoy que se los describa de algún modo, ya que se volvieron bastante raros y tímidos con la Gente Grande, como nos llaman. Son (o fueron) gente menuda de la mitad de nuestra talla, y más pequeños que los enanos barbados. Los hobbits no tienen barba. Hay poca o ninguna magia en ellos, excepto esa común y cotidiana que los ayuda a desaparecer en silencio y rápidamente, cuando gente grande y estúpida como vosotros o yo se acerca sin mirar por dónde va, con un ruido de elefantes que puede oírse a una milla de distancia. Tienden a ser gruesos de vientre; visten de colores brillantes (sobre todo verde y amarillo); no usan zapatos, porque en los pies tienen suelas naturales de piel y un pelo espeso y tibio de color castaño, como el que les crece en la cabeza (que es rizado); los dedos son largos, mañosos y morenos, los rostros afables, y se ríen con profundas y jugosas risas (especialmente después de cenar, lo que hacen dos veces al día, cuando pueden).


J. R. R. Tolkien

La casa del Hobbit

En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.

Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con una manilla de bronce dorada y brillante, justo en el medio. La puerta se abría a un vestíbulo cilíndrico, como un túnel: un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes revestidas de madera y suelos enlosados y alfombrados, provistos de sillas barnizadas, y montones y montones de perchas para sombreros y abrigos; el hobbit era aficionado a las visitas. El túnel se extendía serpeando, y penetraba bastante, pero no directamente, en la ladera de la colina —La Colina, como la llamaba toda la gente de muchas millas alrededor—, y muchas puertecitas redondas se abrían en él, primero a un lado y luego al otro. Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas, comedores, se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo. Las mejores habitaciones estaban todas a la izquierda de la puerta principal, pues eran las únicas que tenían ventanas, ventanas redondas, profundamente excavadas, que miraban al jardín y los prados de más allá, camino del río.

J. R. R. Tolkien

El Hobbit