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El Mundo Sumergido

Kerans alzó los ojos hacia los acantiladosrectangulares de ventanas intactas que le recordaban las fotografías de lossoleados paseos marítimos de Niza, Río y Miami que había visto de niño en lasenciclopedias del campamento Byrd. Sin embargo, curiosamente, a pesar delpoderoso encanto de esos mundos de lagunas y ciudades sumergidas, nunca sehabía interesado en visitar los edificios, ni se había molestado en identificar las ciudades.El doctor Bodkin, veinticinco años mayor, había vivido en muchas de esasciudades, europeas y americanas, y empleaba casi todas sus horas libres enrecorrer los canales más remotos, buscando museos y bibliotecas, donde enverdad no encontraba otra cosa que sus propios recuerdos.La falta de recuerdos explicaba quizá la indiferencia de Kerans ante elespectáculo de una civilización que se hundía lentamente. Había nacido y habíasido educado en la zona limitada en otro tiempo por el llamado círculo polarártico —ahora una región subtropical, con una temperatura anual media deveinticinco grados centígrados— y fue por primera vez al sur siguiendo unaexpedición ecológica, cuando ya había cumplido los treinta. Los vastos pantanosy las junglas le parecieron un laboratorio fabuloso; las ciudades sumergidaspoco más que pedestales adornados.Excepto los hombres más viejos, como Bodkin, no había nadie que recordarahaber vivido en ellas, y aun en la infancia de Bodkin las ciudades habían sidofortines asediados, encerrados en enormes diques, desintegrados por el pánico yla desesperación, Venecias que se resistían a celebrar sus bodas con el mar.Las ciudades, hermosas y fascinantes precisamente porque estaban vacías, porqueen ellas se unían extraordinariamente dos extremos de la naturaleza, eran ahoracomo coronas de oro abandonadas en una selva y cubiertas de orquídeas salvajes.La sucesión de gigantescos cataclismos geológicos que transformaron elclima de la Tierra se había iniciado sesenta o setenta años atrás. Una serie detormentas solares, violentas y prolongadas, provocadas por una inestabilidadrepentina del Sol, había ampliado los cinturones de Van Allen y habíadebilitado la atracción gravitatoria terrestre que retenía las capas exterioresde la ionosfera. Cuando estas capas se desvanecieron en el espacio, dejando ala Tierra sin protección contra las radiaciones solares, la temperatura empezóa subir regularmente, y la atmósfera recalentada se expandió hasta alcanzar loslímites de la ionosfera.La temperatura media subió unos pocos grados por año, en todo el mundo. Laszonas tropicales fueron pronto inhabitables, y poblaciones enteras emigraronhacia el sur y hacia el norte escapando a temperaturas de cincuenta y sesentagrados. Las regiones templadas se convirtieron en tropicales. En Europa y enAmérica del Norte, golpeadas por continuas olas de calor, la temperatura eraapenas inferior a los treinta y cinco grados. Las Naciones Unidas dispusieron entoncesla colonización de las llanuras antárticas y de la costa septentrional deCanadá y de la Unión Soviética.Durante un período de veinte años la vida se adaptógradualmente a estos cambios climáticos. El tempo vital se hizo más lento, comoera inevitable, y nadie se decidía a combatir el avance de las junglas. No sólose aceleró el crecimiento detodas las formas vegetales. Los niveles más altosde radiactividad aumentaron también provocando mutaciones. Pronto aparecieronlas primeras variedades botánicas anormales, parecidas a los helechos gigantesdel período carbonífero, y las formas inferiores de vida se desarrollaronrápidamente.Un nuevo e importante cataclismo geológico oscureció estas apariciones. Elcalentamiento continuo de la atmósfera había empezado a fundir los casquetespolares. Los mares helados de las llanuras antárticas se quebraron ydisolvieron. Decenas de millares de témpanos del círculo ártico, Groenlandia yel norte de Europa, la Unión Soviética y América se derramaron en el mar, y millonesde metros cúbicos de nieves eternas se licuaron en ríos gigantescos.En realidad, el nivel del agua en todo el mundo sólo hubiera subido unospocos pies, pero los vastos torrentes arrastraron millones de toneladas desedimentos. Los deltas se alzaron en las desembocaduras como diques,extendiendo las costas de los continentes. Los mares que habían cubierto dostercios de la superficie total del globo, ocupaban ahora sólo la mitad.Los nuevos mares empujaron hacia las costas el cieno sumergido y modificaronla forma y los contornos de los continentes. El Mediterráneo se transformó enun sistema lacustre, y las Islas Británicas se unieron otra vez a Francia. Lasllanuras centrales de los Estados Unidos, cubiertas por las aguas que traía elMississipi de las montañas Rocosas, se convirtieron en un golfo enorme que seabría en la bahía de Hudson, y en el Caribe asomaron unas salinas barrosas. EnEuropa el agua se acumuló en lagos, y el barro arrastrado hacia el sur inundólas ciudades de las llanuras.Durante los treinta años siguientes las poblaciones continuaron emigrandohacia el polo. Unas pocas ciudades fortificadas desafiaron el nivel crecientede las aguas y la invasión de los bosques, pero las murallas cedieron una trasotra. La vida sólo era tolerable en las zonas vecinas a los polos, donde laincidencia oblicua de los rayos del sol debilitaba el poder de las radiaciones.Las ciudades que se alzaban en las regiones montañosas cercanas al ecuador, ydonde la temperatura no era tan elevada, habían sido abandonadas también, puesla atmósfera apenas absorbía allí los rayos solares.El problema del emplazamiento de las poblaciones migratorias encontró susolución en este último factor. La fertilidad cada vez menor de los mamíferos,y la ascendencia creciente de los anfibios y reptiles, mejor adaptados a lavida en las lagunas y pantanos, invirtieron el equilibrio ecológico. En laépoca del nacimiento de Kerans en el campamento Byrd —una ciudad de diez milhabitantes del norte de Groenlandia— se estimaba que en los casquetes polaresno vivían más de cinco millones de hombres.El nacimiento de un niño era en ese entonces casiuna curiosidad, y sólo un matrimonio de cada diez tenía descendencia. ComoKerans se decía a veces, elárbol genealógico de la humanidad se podabasistemáticamente a sí mismo, acaso retrocediendo en el tiempo, y era posibleque un día un segundo Adán y una segunda Eva se encontraran otra vez solos, enun nuevo Edén.James G Ballard.El Mundo Sumergido.

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