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La evolución de la ciencia humana-Ted Chiang

Hace veinticinco años desde la última vez que un informe de investigación original fue enviado a nuestros editores para su publicación, lo que hace que éste sea un buen momento para revisar una cuestión muy discutida por aquel entonces: ¿cuál es el papel de los científicos humanos en una época en la que las fronteras de la indagación científica han quedado más allá de la comprensión de los humanos?

Sin duda, muchos de nuestros suscriptores recordarán haber leído artículos cuyos autores eran los primeros individuos que habían obtenido los resultados que describían. Pero cuando los metahumanos comenzaron a dominar la investigación experimental, tendieron a comunicar sus descubrimientos sólo vía TDN (transferencia digital neuronal), dejando que las revistas publicasen explicaciones de segunda mano traducidas al lenguaje humano. Sin la TDN, los humanos no podían apreciar completamente los avances anteriores ni utilizar de forma efectiva las nuevas herramientas necesarias para realizar investigaciones, mientras que los metahumanos siguieron mejorando la TDN y dependiendo de ella cada vez más. Las revistas para el público humano quedaron reducidas al papel de meros vehículos de divulgación, y además no demasiado buenos, puesto que incluso los humanos más brillantes se quedaban perplejos ante las traducciones de los últimos descubrimientos.

Nadie niega los muchos beneficios de la ciencia metahumana, pero uno de sus costes para los investigadores humanos fue la constatación de que probablemente nunca volverían a realizar una contribución original, a la ciencia. Algunos abandonaron el campo completamente, pero los que se quedaron desplazaron su atención, alejándose de la investigación original y acercándose a la hermenéutica: interpretar el trabajo científico de los metahumanos.

La hermenéutica textual fue la primera en popularizarse, puesto que ya había terabytes de publicaciones metahumanas cuyas traducciones, aunque crípticas, eran presumiblemente bastante precisas. Descifrar esos textos no guarda demasiada relación con la tarea realizada por los paleógrafos tradicionales, pero se sigue progresando: los últimos experimentos han confirmado la validez del desciframiento efectuado por Humphries de las publicaciones que, hace décadas, abordaron la genética de la histocompatibilidad.

La disponibilidad de aparatos basados en la ciencia metahumana provocó el nacimiento de la hermenéutica de artefactos. Los científicos comenzaron a intentar reproducir el proceso de construcción de estos artefactos, pero su objetivo no era fabricar productos alternativos, sino sencillamente entender los principios físicos subyacentes a su funcionamiento. La técnica más habitual es el análisis cristalográfico de los aparatos nanológicos, que a menudo nos proporciona nuevas perspectivas acerca de la mecanosíntesis.

El método de indagación más moderno y con mucho el más especulativo es la observación a distancia de las instalaciones de investigación metahumanas. Uno de los objetivos más recientes de la investigación es el ExaCollider recién instalado bajo el desierto de Gobi, cuyas desconcertantes emisiones de neutrinos han dado lugar a grandes controversias. (El detector de neutrinos portátil es, por supuesto, otro artefacto metahumano cuyos principios de funcionamiento nos son desconocidos.)

La cuestión es si estas ocupaciones son dignas de un científico. Algunos las califican de pérdida de tiempo, equiparándolas a lo que hubiera supuesto una investigación de los nativos americanos sobre fundición del bronce cuando ya estaban disponibles las herramientas de acero fabricadas por los europeos. Esta comparación podría ser más adecuada si los humanos estuvieran compitiendo con los metahumanos, pero en la economía de la abundancia de hoy en día, no hay señales que indiquen esa competición. De hecho, es importante reconocer que, al contrario de lo que sucedió con la mayoría de las culturas de bajo nivel tecnológico cuando se enfrentaron a una de alto nivel tecnológico, los humanos no están en peligro de asimilación o de extinción.

Sigue sin existir una forma de convertir un cerebro humano en metahumano; la terapia genética Sugimoto debe ser realizada antes de que comience la neurogénesis en el embrión para que el cerebro sea compatible con la TDN. Esta ausencia de un mecanismo de asimilación quiere decir que los padres humanos de un niño metahumano tienen ante sí una elección difícil: pueden permitir que su hijo interactúe mediante TDN con la cultura metahumana, y observar cómo se vuelve cada vez más incomprensible para ellos; o restringir su acceso a la TDN durante los años de formación del niño, lo que para un metahumano es una privación similar a la sufrida por Kaspar Hauser. No resulta sorprendente que el porcentaje de padres humanos que eligen la terapia genética Sugimoto para sus hijos haya descendido en los últimos años casi hasta cero.

Como resultado, la cultura humana tiene buenas posibilidades de sobrevivir hasta muy lejos en el futuro, y la tradición científica es una parte vital de esa cultura. La hermenéutica es un método legítimo de indagación científica y aumenta el acervo del conocimiento humano de la misma forma en que lo hacia la investigación original. Lo que es más, los investigadores humanos pueden descubrir aplicaciones que pasan por alto los metahumanos, cuyas ventajas tienden a provocar que nuestras preocupaciones les pasen desapercibidas. Por ejemplo, imaginen que la investigación ofreciera esperanzas de una terapia alternativa de aumento de la inteligencia, una que permitiera a los humanos «mejorar» gradualmente sus mentes hasta nivel equivalente al metahumano. Esa terapia ofrecería un puente para superar lo que se ha convertido en la mayor división cultural en la historia de nuestra especie, pero los metahumanos podrían no pensar siquiera en explorarla; sólo esa posibilidad justifica la continuidad de la investigación humana.

No debemos sentirnos intimidados por los logros de la ciencia metahumana. Deberíamos recordar en todo momento que las tecnologías que hicieron posibles a los metahumanos fueron inventadas originalmente por humanos, y ellos no eran más inteligentes que nosotros.

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