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El dueño de la biblioteca

Fui bastante amigo del cura Bésero. Recuerdo que una vez le pregunté si a lo largo de la vida había escuchado en las confesiones alguna curiosa revelación. Me dijo que sí (...) Un fiel de su parroquia, hombre tan orgulloso como ignorante, a lo largo d elos años había reunido una importante biblioteca. Bésero le hizo la clásica pregunta:

-¿Es usted muy lector?

-No leí ninguno de estos libros- exclamó el hombre-. Ninguno

Con sorpresa advirtió Bésero que los ojos de su interlocutor estaban humedecidos por lágrimas.

-¿Por qué?

-No sé. Usted perdona mis pecados, pero algo o alguien no me perdona. Me castiga quizá, porque soy orgulloso. Un castigo que me rebela. Mire: tome al azar cualquier libro de esta biblioteca.

Lo entreabrió. Le hizo ver las páginas.

-¿Qué tiene esas páginas? preguntó Bésero- Son como las de cualquier libro.

-efectivamente. Cubiertas d eletras, ¿no es verdad?

-Sí, cubiertas de letras..

-Fíjese lo que pasa cuando yo quiero leer. Es para volverse loco. Mire, de nuevo, el libro.

El hombre lo abrió, como para leerlo.  Miró Bésero y vió que las páginas estaban en blanco.

Adolfo Bioy Casares.

Una magia modesta.

Tusquets editores S.A., Barcelona, 1998

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